Bueno, ya saben todos que me gusta escribir, que de vez en cuando me presento a algún concurso, y que, contra todo pronóstico, a veces hasta me dan dinero y todo. Esta es una de esas ocasiones, ¡habemus premio!^^ La pena es que la entrega me pilla un poco a tomar por culo y encima trabajando, pero bueno, no me metí a escritor por el reconocimiento (ni por el dinero, ni las mujeres, ni... Espera, ¡que ni siquiera soy escritor!). Normalmente contarles estas cosas me da mucha vergüenza, pero esta vez he dicho ¡qué coño! ¡Voy a contarles un poco mi historia con este tema! Y así de paso les pongo los enlaces para descarga de los cuentos, que me consta por Lillu que no funcionaban hacía tiempo. Así que prepárense para una comida de oreja monumental que igual no les interesa lo más mínimo. El que avisa no es traidor =P
Jamás se me había pasado por la cabeza presentarme a un concurso de relatos hasta un día en que hacía tiempo en la peluquería (toma principio épico de historia). Me enteré de casualidad, viendo un anuncio en el periódico mientras esperaba. Por aquel entonces nunca había escrito una historia con principio y final, ni corta ni de ningún tipo: me gustaba escribir, y tenía una vaga noción de que se me daba bien (igual que dibujar o hablar inglés), pero nunca me había puesto a ello con ganas. Pero viendo que el certamen tenía un tope de edad (veintipico, si no recuerdo mal), se me ocurrió que igual no se presentaba demasiada gente, y 500€ eran (y son) 500€. Así que cogí una sinopsis para una historieta que había escrito hacía años pero que nunca había dibujado (como todas mis sinopsis) y traté de escribir un relato sobre ella. Así nació “Juego de cuarto”. Gané el certamen y el dinero, pero por un fallo de organización nadie me avisó hasta varios meses después (de hecho ya era el año siguiente), cuando ya me había olvidado de haber participado. Imagínense qué subidón. Automáticamente busqué concursos en internet a los que presentarme para ganar más pasta; no tener nada escrito no importaba, ya se me ocurriría algo. Escribí del tirón las primeras chorradas que se me vinieron a la mente y me presenté a varios certámenes. Sobra decir que no gané nada porque los cuentos eran malos con ganas, y al no ver resultados me aburrí y dejé aparcado el tema de la escritura. Aún me quedaban 500 € por gastar (menos las fotocopias y sobres que acababa de comprar).
Así pasó un año, más o menos. De vez en cuando se me ocurría alguna idea graciosa y la apuntaba, pero en ningún momento sentí la necesidad de sentarme delante del ordenador a escribir. Hasta que una noche, de esto que estás viendo anuncios mientras tu mente vaga por ahí, se me apareció la imagen de dos niños peleando, expresada en palabras con tal claridad que cogí el primer papel a mano y garabateé las frases según me venían. Acabaron los anuncios y dejé el papel tirado por ahí, pero los niños siguieron en mi cabeza, peleando. Tras un par de días de madurar la idea me senté a escribir, y prácticamente en una sentada hice “El instante”, que tanto os gusta a todos, sádicos XD Esta vez hice las cosas bien, primero escribir un relato con el que me sentía contento y luego buscar un certamen donde encajarlo. Lamentablemente el resultado fue el mismo y volví a comerme los mocos y desmotivarme. Si con El instante no me llevaba premio, no me lo llevaría con ningún otro.
De esta guisa saltamos otro año más, hasta 2008, en plan época de exámenes un Zorro estresado da vueltas por fuera de la biblioterca, leyendo hasta los anuncios de videntes con tal de no tener que volver a estudiar todavía. Y me encuentro con el anuncio de un concurso, esta vez de un ayuntamiento de mi isla, justo dos días antes de la fecha límite de presentación. Nos ha jodío. Aún hoy agradezco a Anne que me animara a perder una tarde de estudio para ir a sacar copias de El instante y echarlas al correo. Me llevé el primer premio, y con los 600 € pude visitar Valencia por vez primera (lo que son las cosas, ¿eh?). En esta ocasión me lo tomé con filosofía, eso sí, y en vez de creer que cagaba best-sellers achaqué la victoria a que se habrían presentado cuatro gatos, como al otro. No me puse a escribir como un loco, y si no me hubieran mandado al siguiente año una carta informándome de que se abría nuevamente el plazo de envío para el certamen, probablemente ni me habría molestado en participar.
En esa ocasión tuve suerte, porque aunque no tenía nada escrito se me encendió rápido la bombilla, aunque por vez primera tuve que enfrentarme a la frustración de estar sentado frente al ordenador con una imagen clara en la cabeza pero incapaz de trasladar a Celebrity Jane de forma satisfactoria al papel. Es lo que tiene no esperar a que te suene la flauta una vez al año para ponerte a escribir. Mira por dónde, al fnial el esfuerzo se vio recompensado con un segundo premio. Como no, volvió a pillarme en Valencia, sólo que esta vez celebrándolo con H@n.
Decidí que tenía un feeling especial con ese certamen, y que aunque no escribiese nada más intentaría participar en el del año siguiente. Hasta un vago de cojones como yo es capaz de escribir un relato al año, me dije. Pues si me duermo un poco más no lo consigo. Presenté “La fortaleza del fin del mundo” ras con ras con la fecha límite, y con el convencimiento de que la suerte de los años anteriores no se extendería a un certamen al que cada año se le sumaban más participantes. Como ya viene siendo costumbre me equivoqué y volví a casa con un nuevo primer premio y el runrún de que algo debía estar haciendo bien si ya eran tres los años que acababa añadiendo una figurita nueva a la estantería. Un runrún débil, pero un empujón de suficiente como para querer intentarlo en algún certamen más y forzarme a escribir más allá de los escasos momentos en que me viene la inspiración divina.
Así que aquí estamos, con el propósito de año nuevo de escribir un relato al mes (12 meses, 12 relatos, que como eslogan queda genial pero no veas lo difícil que es conseguirlo) y mirando concursos asequibles a los que ir presentándolos. Y así me ha llegado la primera alegría, en forma de 300 pavis que vienen muy bien a mi economía de zorro expatriado, y otro granito de confianza por tratarse de un certamen distinto al de siempre. De este relato me siento especialmente orgulloso proque es con el que más me he peleado para que pasara de un "no se entiende una mierda, Zorro", a algo mínimamente comprensible y entrentenido (o eso espero, al menos). Como siempre, recordad que si no os gusta podéis mentirme sin miedo, que no me ofendo ;) “Verónica”.
Jamás se me había pasado por la cabeza presentarme a un concurso de relatos hasta un día en que hacía tiempo en la peluquería (toma principio épico de historia). Me enteré de casualidad, viendo un anuncio en el periódico mientras esperaba. Por aquel entonces nunca había escrito una historia con principio y final, ni corta ni de ningún tipo: me gustaba escribir, y tenía una vaga noción de que se me daba bien (igual que dibujar o hablar inglés), pero nunca me había puesto a ello con ganas. Pero viendo que el certamen tenía un tope de edad (veintipico, si no recuerdo mal), se me ocurrió que igual no se presentaba demasiada gente, y 500€ eran (y son) 500€. Así que cogí una sinopsis para una historieta que había escrito hacía años pero que nunca había dibujado (como todas mis sinopsis) y traté de escribir un relato sobre ella. Así nació “Juego de cuarto”. Gané el certamen y el dinero, pero por un fallo de organización nadie me avisó hasta varios meses después (de hecho ya era el año siguiente), cuando ya me había olvidado de haber participado. Imagínense qué subidón. Automáticamente busqué concursos en internet a los que presentarme para ganar más pasta; no tener nada escrito no importaba, ya se me ocurriría algo. Escribí del tirón las primeras chorradas que se me vinieron a la mente y me presenté a varios certámenes. Sobra decir que no gané nada porque los cuentos eran malos con ganas, y al no ver resultados me aburrí y dejé aparcado el tema de la escritura. Aún me quedaban 500 € por gastar (menos las fotocopias y sobres que acababa de comprar).
Así pasó un año, más o menos. De vez en cuando se me ocurría alguna idea graciosa y la apuntaba, pero en ningún momento sentí la necesidad de sentarme delante del ordenador a escribir. Hasta que una noche, de esto que estás viendo anuncios mientras tu mente vaga por ahí, se me apareció la imagen de dos niños peleando, expresada en palabras con tal claridad que cogí el primer papel a mano y garabateé las frases según me venían. Acabaron los anuncios y dejé el papel tirado por ahí, pero los niños siguieron en mi cabeza, peleando. Tras un par de días de madurar la idea me senté a escribir, y prácticamente en una sentada hice “El instante”, que tanto os gusta a todos, sádicos XD Esta vez hice las cosas bien, primero escribir un relato con el que me sentía contento y luego buscar un certamen donde encajarlo. Lamentablemente el resultado fue el mismo y volví a comerme los mocos y desmotivarme. Si con El instante no me llevaba premio, no me lo llevaría con ningún otro.
De esta guisa saltamos otro año más, hasta 2008, en plan época de exámenes un Zorro estresado da vueltas por fuera de la biblioterca, leyendo hasta los anuncios de videntes con tal de no tener que volver a estudiar todavía. Y me encuentro con el anuncio de un concurso, esta vez de un ayuntamiento de mi isla, justo dos días antes de la fecha límite de presentación. Nos ha jodío. Aún hoy agradezco a Anne que me animara a perder una tarde de estudio para ir a sacar copias de El instante y echarlas al correo. Me llevé el primer premio, y con los 600 € pude visitar Valencia por vez primera (lo que son las cosas, ¿eh?). En esta ocasión me lo tomé con filosofía, eso sí, y en vez de creer que cagaba best-sellers achaqué la victoria a que se habrían presentado cuatro gatos, como al otro. No me puse a escribir como un loco, y si no me hubieran mandado al siguiente año una carta informándome de que se abría nuevamente el plazo de envío para el certamen, probablemente ni me habría molestado en participar.
En esa ocasión tuve suerte, porque aunque no tenía nada escrito se me encendió rápido la bombilla, aunque por vez primera tuve que enfrentarme a la frustración de estar sentado frente al ordenador con una imagen clara en la cabeza pero incapaz de trasladar a Celebrity Jane de forma satisfactoria al papel. Es lo que tiene no esperar a que te suene la flauta una vez al año para ponerte a escribir. Mira por dónde, al fnial el esfuerzo se vio recompensado con un segundo premio. Como no, volvió a pillarme en Valencia, sólo que esta vez celebrándolo con H@n.
Decidí que tenía un feeling especial con ese certamen, y que aunque no escribiese nada más intentaría participar en el del año siguiente. Hasta un vago de cojones como yo es capaz de escribir un relato al año, me dije. Pues si me duermo un poco más no lo consigo. Presenté “La fortaleza del fin del mundo” ras con ras con la fecha límite, y con el convencimiento de que la suerte de los años anteriores no se extendería a un certamen al que cada año se le sumaban más participantes. Como ya viene siendo costumbre me equivoqué y volví a casa con un nuevo primer premio y el runrún de que algo debía estar haciendo bien si ya eran tres los años que acababa añadiendo una figurita nueva a la estantería. Un runrún débil, pero un empujón de suficiente como para querer intentarlo en algún certamen más y forzarme a escribir más allá de los escasos momentos en que me viene la inspiración divina.
Así que aquí estamos, con el propósito de año nuevo de escribir un relato al mes (12 meses, 12 relatos, que como eslogan queda genial pero no veas lo difícil que es conseguirlo) y mirando concursos asequibles a los que ir presentándolos. Y así me ha llegado la primera alegría, en forma de 300 pavis que vienen muy bien a mi economía de zorro expatriado, y otro granito de confianza por tratarse de un certamen distinto al de siempre. De este relato me siento especialmente orgulloso proque es con el que más me he peleado para que pasara de un "no se entiende una mierda, Zorro", a algo mínimamente comprensible y entrentenido (o eso espero, al menos). Como siempre, recordad que si no os gusta podéis mentirme sin miedo, que no me ofendo ;) “Verónica”.